DEL TEMOR A LA LIBERTAD

SCHUMACHER COLLEGE, 28 DE ABRIL DE 2004

Conferencia impartida por Ruth Rosenhek

 

 

En un honor y un placer estar nuevamente en Schumacher; ha sido una delicia estar en esta institución educativa y estoy honrada de poder conversar con ustedes esta noche.

 

Voy a hablar sobre lo que yo llamo Del Temor a la Libertad. Justo ahora que estaba aquí sentada escuchando los latidos de mi corazón, pensé “Voy a ponerlo en práctica de inmediato”. Así que espero sentirme liberada en los 25 minutos que tengo para hablar, y que el temor me abandone.

 

Recuerdo una vez que estaba en Filadelfia –soy de Canadá; un ‘suburbio’ al norte de Estados Unidos— pero estaba viviendo en Filadelfia e iba caminando por la calle cuando vi a un hombre que maltrataba a su perro. Yo estaba con mi pareja de aquel entonces y cuando vio que iba a acercarme para defender al perro me tomó del brazo y me detuvo porque sabía que yo iba hablar con ese hombre... así que ya no fui – no defendí al perro.

 

Y recuerdo otra vez que yo estaba en un supermercado y vi a una mujer que estaba siendo muy dura con uno de sus hijos; había mucho enojo en ella y lo estaba canalizando a través de su hijo. Tuve miedo de interceder en esa situación porque tuve miedo de que me dijera que no era asunto mío y esto que esto agravara la situación; en aquel momento yo no sabía la manera adecuada de comunicarme. No sabía cómo decir, “Parece que está pasando por un momento difícil; ¿hay algo que pueda hacer para ayudarla?” Así que no hice nada.

 

Estos son sólo un par de pequeños ejemplos de los tipos de situaciones a las que nos enfrentamos todo el tiempo en nuestra vida cotidiana. Aparte de que no sabemos qué hacer cuando surgen amenazas verdaderamente serias; el tipo de amenazas que pueden causar mucho temor, desesperanza y un sentimiento de agobio, o incluso apatía y cinismo. Enfrentamos estas situaciones diariamente, a menudo sin las herramientas para lidiar con ellas de manera efectiva.

 

Podemos buscar un cambio en las estructuras e instituciones económicas, sociales y políticas, pero sin pasar por un proceso de transformación fundamental de la conciencia, esos cambios que hacemos a nivel institucional no son efectivos. Necesitamos buscar un cambio simultáneo y de base que nos mueva del temor y la apatía a las que nos enfrentamos, hacia una revolución espiritual total. Una revolución holista, una revolución completa, que sea tanto interna como externa.

 

Aung San Suu Kyi, de Burma, conocido hoy como Myanmar, dice “No es suficiente hacer un llamado a la libertad, democracia y derechos humanos; tiene que haber una determinación unida para mantener la lucha, para hacer sacrificios en nombre de las verdades que permanecen, para resistir a las influencias corruptas del deseo, mala fe, ignorancia y temor... Primero debemos aprender a liberar nuestras mentes de la apatía y el temor”.

 

Por supuesto que no es cosa fácil –nos enfrentamos a muchos retos en el mundo hoy día—. Quisiera hablar un poco acerca de estos retos para que nos demos una idea de porqué a veces nos sentimos tan agobiados.

 

Por una parte, estamos atravesando una crisis de extinciones; algunos científicos lo llaman un espasmo de extinción masiva. Los biólogos dicen que la tasa natural de extinción debe ser de una especie cada cuatro años; otros dicen que una cada año, así la realidad debe estar dentro de ese rango.  Estiman que la tasa actual es de 27,000 especies cada año, lo que significa tres especies extintas cada hora. Esta cifra es enorme. Y dicen que si sigue esta tendencia, para el final de siglo XXI habremos perdido 50% o más de las especies que existen en la Tierra hoy.

 

Además de esto, está el calentamiento global, la pérdida de suelo, la escasez y envenenamiento de nuestras aguas; también el desecho radioactivo, la ingeniería genética, y la lista sigue y escuchamos sobre estos problemas todo el tiempo; prácticamente es una letanía de amenazas. También hay guerras, guerras en el sentido literal y también de otro tipo: la guerra contra la subsistencia que vemos en la globalización de la pobreza; la guerra de fronteras y límites que vemos en la globalización del imperialismo y la hegemonía; la guerra contra la seguridad humana que vemos en la militarización global; la guerra de la exclusión que vemos en el racismo; la guerra contra los pueblos indígenas que vemos en la colonización y pérdida de tradiciones; además de la guerra contra las mujeres que vemos en el tráfico y la guerra de unos contra otros que vemos en la crisis de refugiados que enfrentamos.

 

En efecto, hay una gran cantidad de retos y no es sorprendente que cualquier persona se sienta un poco agobiada frente a ellos. George Monbiot dice que “Vivir en estos tiempos sin luchar por cambiarlos, es como ver con serenidad como se aproxima un camión en tu camino”. Entonces, efectivamente necesitamos hacer algunas cosas o este camión que se aproxima nos va a embestir.

 

El curso que estamos haciendo hoy se llama Earth, Spirit and Action (Tierra, Espíritu y Acción) y hablamos mucho sobre la compasión, y algunas veces pareciera que solamente necesitamos sentir con compasión, que si tan solo lográramos sentir lo que le está sucediendo al Planeta, entonces eso sería suficiente. Pero esta noche voy a dejar claro que no es suficiente. No es suficiente ser testigos compasivos. La compasión es en realidad un comportamiento. La compasión es una acción. Si sentimos lo que está sucediendo en el Planeta, entonces nos sentimos movidos de alguna manera para actuar. En lugar de esto, estamos en general paralizados, como mencioné anteriormente, y me gustaría examinar un poco algunas de las razones de esto –aparte de las grandes amenazas que enfrentamos—de que estemos tan paralizados y agobiados.

 

Podemos encontrar una de las razones de nuestra parálisis social si observamos estos sentimientos que son completamente agobiantes. Sentimos pena, enojo, desesperanza.

 

Por ejemplo, nuestra desesperanza nos puede llevar a creer que no somos capaces de actuar. “¿Qué puedo hacer yo? Soy solamente una persona en seis mil millones, después de 13.7 mil millones de años de evolución—¿cómo puedo tener la posibilidad de hacer algo con lo que va a suceder?”

 

Se nos califica de enfermos por tener esto sentimientos, y existe un tabú absoluto en nuestra sociedad contra cualquier cosa o sentimiento que sea demasiado fuerte, así que en vez de que nuestros sentimientos se consideren una reacción saludable a la situación actual—la reacción natural a la violencia que aqueja a nuestro Planeta, nuestro hogar, y el sufrimiento que padecen nuestros hermanos y hermanas—se denigran y como resultado desarrollamos un sofisticado mecanismo de defensa para suprimir estos sentimientos. Nuestra ira se vierte hacia adentro conforme vemos hacia dentro de nosotros mismos para ver qué está mal con nosotros por tener estos sentimientos, y tratamos de encontrar maneras de corregirnos, para poder lidiar mejor con una sociedad disfuncional.

 

Tristemente, estos sentimientos no son percibidos como las joyas que en realidad son; de hecho son las semillas fértiles de la transformación que pueden ser transformadas en el Amor y la Energía del Guerrero. La fuerza y el valor y el deseo de trabajar por la libertad y la justicia surgen de estas emociones precisamente: enojo y dolor y desesperanza sobrecogedora—todas—y si tan solo les permitimos seguir su curso natural entonces se transformarán y tendrán un impacto sobre nosotros.

 

De hecho, nuestro temor va más allá inclusive. Vivimos en una sociedad que es en gran medida “biofóbica”; es decir, tenemos miedo del sistema natural, tenemos miedo de la naturaleza, del tejido biológico del que formamos parte de manera inextricable. E.O. Wilson, biólogo evolucionista, habla sobre la “biofilia”, que es nuestro amor natural por el mundo natural, por todas las cosas vivas. Es una afinidad que tenemos con éste.

 

Pero en esta sociedad moderna tenemos lo opuesto; de hecho nos sentimos más y más separados de la trama de la vida, y experimentamos más y más algo que podríamos llamar “tecnofilia”, en la que nos sentimos más cómodos y seguros en nuestros hogares y rodeados de maquinaria, computadoras, películas y video juegos. ¿Cuántos de ustedes conocen esa gran emoción que sentimos cuando escuchamos que el correo electrónico se está conectando y sabemos que nos estamos conectando? Eso es confort; éstas son las criaturas del confort de 2004. Y tenemos un gobierno y corporaciones que alegremente refuerzan esta forma de vida. Nunca olvidaré como George Bush apareció por todo Estados Unidos después del 11 de septiembre para asegurarle a todo mundo que “Todo está bien. Vayan de compras, salgan de viaje”. Comprar y viajar, el consumo de bienes, son el confort de las criaturas que reemplaza una conexión profunda e íntima con la naturaleza.

 

Pero lo que Theodore Rosak dice en La Voz de la Tierra, es que “la represión del inconsciente ecológico es la raíz más profunda de la locura colectiva prevaleciente en la sociedad industrial”. Y en efecto estamos criando a una sociedad entera de gente sin conocimientos básicos sobre ecología, quienes no tienen oportunidad de desarrollar un conocimiento más profundo sobre el entorno natural, o biognosis, por lo que manipular o desaparecer a la naturaleza resulta mucho más cómodo para la mayoría de la gente. Así que no es bueno tener muchos árboles –¡uno puede caer encima de mi casa!—.

 

Desde esta perspectiva, no nos comprometemos con el cambio social o ambiental ya que vivimos en un mundo de tecnología en el que todo aparenta estar bien. Victor Frankl, un superviviente de la Segunda Guerra Mundial que estuvo preso en campos de concentración, llama a esto “ilusión del indulto”. Esta ilusión del indulto, dice Frankl, es cuando los prisioneros en los campos de guerra pensaban que algo iba a suceder, que alguien los iba a rescatar. Que alguien iba a hacer algo. Frankl dice que las personas que sobrevivieron a su estancia en los campos no tenían esta ilusión. Muchos de nosotros tenemos esta ilusión, de que algo va a suceder, y que en realidad las cosas no están tan mal, que todo va a estar bien, que los científicos van a arreglar los problemas, que la medicina va a arreglar los problemas, que vamos a estar bien.

 

Otra razón por la que no sentimos la necesidad de movilizarnos es porque no tenemos un sueño. Como Martin Luther King que se levantó y dijo “tengo un sueño”; simplemente ya no hay ese tipo de energía. ¿Quién está guiando el camino con un sueño y hacia dónde queremos ir en el futuro? Hay un teórico de las organizaciones, Peter Senge, que habla sobre la tensión creativa. Ésta es la tensión que existe entre el lugar en el que me encuentro hoy y en el que quiero estar, y en un sentido más amplio podemos experimentar esta tensión creativa entre la manera en que actualmente vivimos en el Planeta y la manera en que nos gustaría que fuera. Senge dice que esta tensión creativa nos moviliza, nos alienta a avanzar hacia la visión. Sin embargo, no tenemos un sueño, no soñamos con ese momento en el que viviremos todos en armonía y en paz sobre el Planeta. Es un pensamiento idealista o que no vale los costos implicados. Quizás tengamos miedo de no alcanzar ese sueño y decepcionarnos, que el sueño no se haga realidad, y ¡es mejor no tener un sueño que tener un sueño que no vamos a lograr! Esa es la creencia. Y, de nuevo, esto no crea la agilidad que necesitamos para avanzar, para comprometernos.

 

Finalmente, es posible que no nos comprometamos por miedo  ya que no hay éxito inmediato. Vivimos en una sociedad en la que nos gustan los resultados rápidos y no estamos acostumbrados a esperar y dejar que las cosas se cocinen. Queremos ver resultados. Y a menudo cuando hacemos este tipo de trabajo, podemos sufrir pérdidas las primeras veces. Pero, ¿saben una cosa? Cuando apenas empezamos a andar en bicicleta, nos caímos algunas veces antes de que pudiéramos manejarla; pero hemos olvidado esto. Vivimos en tiempos de movimientos rápidos y mucha acción. Así que esperamos que las cosas sucedan como en una película de Clint Eastwood o Arnold Schwartzenegger, que nos den resultados instantáneos.

 

Sin embargo, a pesar de todos estos obstáculos, las amenazas de la extinción y otras nos invitan a cambiar. Nos invitan a transformarnos a nosotros mismos y a involucrarnos. Al igual que los peces que fueron liberados del océano y nadaron hacia la arena, nosotros también tenemos la capacidad de transformarnos. Sólo que lo que se nos pide ahora no es que desarrollemos nuevas extremidades, sino que transformemos nuestras conciencias.

 

Esta transformación no es mucho pedir. Somos los sobrevivientes de una larga cadena de especies que no sobrevivieron. Más del 99.9 por ciento de todas las especies que han vivido en el Planeta no han pasado por el cedazo de la extinción como para seguir vivos hoy día. Así que sólo una décima parte o una de cada mil especies han logrado sobrevivir a todas las extinciones anteriores—y una de esas especies somos nosotros—.

 

Tu y yo compartimos una historia por la que debemos estar orgullosos, el haberlo logrado. Somos los seres adaptables y flexibles que siguen aquí. Podemos estar seguros de que poseemos la capacidad e inteligencia para averiguar lo que necesita suceder para que podamos continuar. Esto nos invita, estando al borde del abismo como estamos ahora, a penetrar más en la inteligencia que nos ha permitido llegar hasta hoy.

 

Necesitamos encontrar otras maneras de medir nuestro éxito y nuestro fracaso que no sean la esperanza y la desesperanza. La esperanza y la desesperanza son como estados mentales, algo así como triste y feliz; son muy fugaces y poco confiables.

 

Chris, el facilitador del curso, nos platicaba sobre su trabajo para detener la planta energética Heysham en Mokum. Querían parar esta planta energética y se hizo una votación; después de mucho trabajo, solamente 20 de 3,000 personas votaron para detener la planta. Cuánta desesperanza les generó este resultado a Chris y otros que trabajaron con él.

 

Así que le dije a Chris, “De hecho, hay otras maneras de ver esto, además del resultado que se obtuvo. Primero que nada, no conocemos los otros resultados del trabajo que hicieron ustedes. Por ejemplo, cuánta gente fue educada sobre este tema y cómo reaccionarán la próxima vez que se enfrenten a situaciones similares”.

 

Pero la persona a la que más me gusta recurrir para obtener sabiduría sobre estas cuestiones es Martín Buber, un filósofo judío que vivió a finales de los 1800s. Buber dijo que es muy importante que digamos “Sí” o “No” cuando somos la minoría en nuestras sociedades y que de hecho la persona que sobresale por sí sola o con una pequeña minoría forma la “levadura de una sociedad libre”. Dice que no se trata de si podemos convencer a todos de que adopten nuestro punto de vista, sino de que el simple hecho de luchar por esa verdad y en lo que creemos es lo que sigue creando la democracia una y otra vez. De hecho, Buber dice que a veces es mejor cuando uno no logra el resultado esperado ya que es más importante que se siga dando la libertad de expresión. Así que debemos recordar que simplemente pararnos y hablar nuestra verdad es muy poderoso. Es una acción muy fuerte en si misma.

 

Por otra parte, Nietzche dice que “Los hechos necesitan tiempo, aún cuando ya se han hecho, para ser vistos y oídos”. Mucha gente sabe que algunas veces algo cambia dentro de nosotros pero ese cambio no se manifiesta en le mundo exterior durante algún tiempo.  Lo mismo sucede con nuestro trabajo, que aunque estemos sembrando semillas, puede pasar mucho tiempo antes de que las veamos crecer. Todos los que tienen un jardín saben esto. No esperas ver la semilla que sembraste en tu jardín—al menos en mi jardín, muchas de las semillas que siembro no crecen, algunas veces un cultivo entero no crece—pero esto no quiere decir que uno debe dejar de sembrar. Uno puede aprender a no sembrar una semilla ahí e intentarlo en un lugar diferente la siguiente ocasión, o tratar una manera diferente de sembrar o hacerlo en una época diferente del año. Este tipo de metáforas orgánicas de crecimiento son muy útiles cuando trabajamos; saber que si lo hacemos en el momento correcto, con la semilla correcta, con el cuidado correcto, y si tenemos suerte, entonces veremos los retoños. Incluso entonces, los retoños estarán sujetos a todo tipo de condiciones ambientales que influirán la manera en que crecen las plantas y el cambio que sucede.

 

Es lo mismo cuando uno actúa en el mundo, luchando por algo –puede ser algo muy pequeño, no tiene que ser algo grande—toma tiempo ver resultados. Desde el momento en que los cuáqueros ingleses abordaron el tema de la esclavitud por primera vez, pasaron 3 cuartos de siglo antes de que ésta se aboliera en Europa y Estados Unidos. Fue mucha la espera. Y en Estados Unidos, el primer movimiento generalizado sobre derechos de las mujeres tomó la misma cantidad de tiempo hasta que se otorgó el derecho al votó a las mujeres estadounidenses.

 

Se requiere de mucha paciencia y comprensión para entender que el camino es largo, y atraviesa muchas generaciones. El trabajo sobre los derechos de las mujeres no ha terminado; continúa. Es lo mismo con cualquier tema relacionado con la justicia social, son campañas muy largas.

 

El Bhagavad Gita dice, “No te apegues a los frutos de la acción”; habla extensamente sobre esto, sobre no esperar el resultado. Si podemos apegar nuestro deseo de resultados a la meta más profunda de nuestra iluminación y auto realización, entonces podremos salirnos de esta manera de ver el éxito y el fracaso conforme el paradigma dominante. Aunque nuestros actos no siempre generen frutos en el corto plazo (o incluso en el largo plazo en algunas ocasiones), estas acciones habrán servido para aliviar el sufrimiento y cada acto de bondad y amor en el mundo es un acto bello que puede considerarse un ‘éxito’ o un momento de logro completo.

 

Entonces podemos cambiar nuestra perspectiva y saber que cuando emprendemos una acción no lo estamos haciendo solamente para ir de A a B, sino que también lo hacemos por todos los seres, por nuestra auto realización –como lo quieran poner—para mejorar como personas, para ofrecer muchos actos de bondad y amor en el mundo, lo que funcione para cada persona, para enmarcar nuestras vidas de tal manera que cada paso del camino se convierta en una oración, ya sea que estemos lavando platos, trabajando con nuestros colegas, enviando una carta de protesta, asistiendo a un rally u oliendo lilas en la primavera. Si tenemos otra meta de naturaleza espiritual, entonces ésta nos eleva hacia afuera del paradigma de “Necesito lograr esto AHORA”. Y entonces tenemos una manera de ver nuestro trabajo, cada día y cada momento de nuestra vida en términos de “¿Trabajé para auto realizarme hoy?” o “¿Trabajé para la transformación planetaria?”. Y ya que estamos en esto, ¡busquemos una revolución completa, interior y exterior!

 

Finalmente, quisiera abordar un fenómeno evolutivo mencionado por Steven Jay Gould, un biólogo evolucionista. Gould habla del equilibrio puntualizado, que son esos cambios generales, un poco lentos y continuos, que ocurren a lo largo del tiempo; la evolución sucede en arranques. Puede haber periodos de tiempo en los que no hay mucho cambio o solamente cambios lentos, pero de repente el registro de los fósiles da un salto y aparecen nuevas especies, suceden cosas nuevas. Con respecto al cambio de conciencia que buscamos, es posible que nos encontremos en uno de esos baches, esperando que ocurra el siguiente florecimiento. Ésta es la naturaleza del cambio; no sólo sucede de manera gradual, sucede de ambas formas.

 

Sin embargo, nos corresponde seguir adelante, seguir comprometiéndonos, seguir auto activándonos. Me viene a la mente una historia, el Arrojador de Estrellas, por Loren Eisley –seguramente la han escuchado-. Es acerca de un hombre que va a la playa y ve a un joven recogiendo estrellas de mar y arrojándolas de regreso al océano antes de que baje la marea. Este hombre le pregunta al chico que qué hace, “Si las estrellas de mar siguen en la playa cuando baje la marea y el sol está alto en el cielo, morirán”, le respondió el joven. “Es ridículo. ¡No puedes creer que lo que estás haciendo pueda hacer la diferencia!”, le dijo el hombre. El chico recogió otra estrella de mar y al arrojarla en las olas, dijo, “Pues para ésta si hace la diferencia”.

 

Y así son las cosas, yo creo, con nuestro trabajo y con nuestras vidas. Ciertamente importa para esta persona que pase tiempo con ella hoy, y ciertamente fue importante para este bosque que yo luchara por él, o ciertamente me importó trabajar con gente nativa para que recuperaran su tierra. Siempre hay una manera—puede ser muy pequeña, puede ser grande—pero ciertamente importa.

 

Gould habla también sobre la Gran Asimetría, que dice que conforme uno ve hacia atrás en la historia de la vida, uno puede ver que durante mucho tiempo la biodiversidad florece, la vida sigue su curso normal, y luego suceden estos grandes espasmos de extinción que sacuden todo – como en el periodo Permiano hace aproximadamente 245 millones de años, cuando se perdieron más de 95 por ciento de las especies—y todo el daño que se hace en estos periodos de destrucción opaca lo que sucedió antes. Así es como lo vemos. Y Gould continúa diciendo que es lo mismo en nuestra sociedad, que cada día, todo el tiempo ocurren muchos, muchos, infinidad de actos de bondad, y gentileza y belleza, y sin embargo nos enfocamos en la guerra, en los asesinatos, en la violencia. Pero si vemos hacia atrás en el curso de la vida, o del día, hay muchas, muchas más cosas fantásticas que sucedieron, y es lo mismo en todo el mundo. Todo tipo de cosas hermosas están sucediendo en todo el mundo en todo momento –pero no sabemos de ellas-. Ponemos toda nuestra atención en las que causan mayor destrucción. Y esto es lo que los medios de comunicación y el gobierno quieren que hagamos para crear un clima de miedo. Quieren desalentarnos, siempre que sea posible, para que no nos comprometamos; quieren envolvernos en un velo de humo para impedir que sintamos solidaridad con otros en nuestra causa común, nuestro cariño común por cada uno y por este bello planeta.

 

Quisiera terminar con un poema de Thich Nhat Hahn, budista vietnamita filósofo, maestro, escritor y activista quien ha influido enormemente mi camino hacia el activismo espiritual. El poema se titula ‘Recomendación’.

 

Prométeme,

Prométeme este día,

Prométeme ahora,

Mientras el sol está encima

Exactamente en el cenit,

Prométeme..

 

Aunque

Te derriben

Con una montaña de odio y violencia;

Aunque te pisoteen y te aplasten

Como a un gusano,

Aunque te desmiembren y te saquen las entrañas

Recuerda, hermano,

Recuerda...

El hombre no es nuestro enemigo.

 

El único acto digno de ti es la compasión –

Invencible, sin límites, incondicional.

El odio nunca te dejará enfrentar

La bestia en el hombre.

 

Un día, cuando enfrentes a esta bestia solo,

Con tu valor intacto, tus ojos bondadosos,

Tranquilos

(aunque nadie los vea) de tu sonrisa

saldrá una flor.

Y los que te aman

Te sostendrán

A través de diez mil mundos de nacimiento y muerte.

 

Solo de nuevo,

Iré con la cabeza baja,

Sabiendo que el amor se ha hecho eterno.

 

En el camino largo y duro,

El sol y la luna

Seguirán brillando.

 

Gracias.